Triste la tarde de líquidos murmullos, tristes los líquenes de la hora y de su ruina. ¿En qué mirada no llueve la nostalgia como una enredadera crecida desde el alma? Las sombras se ciñen a las nubes, sus manos no tocan la grisura, palpan la vaporosa sustancia del olvido, la goteante ternura de otros ojos. Triste la ciudad y no hay amparo, se ahoga entre las lágrimas, clama por ti entre músicas de ausencia.
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